jueves, 6 de agosto de 2009

Perro cabrón


Hace diez años, mi ex vino un día a casa con una bolita de pelo entre los brazos.


- Ella: ¡Mira, un perrito!

- Yo: ¿Comooooorl?

- E: ¡Un perrito! ¡Todavía tiene los ojos cerrados!

- Y: ¡Pero bueno! ¿De dónde lo has sacado?

- E: De un albergue.

- Y: Pe- Pero quién cojones te manda...

- E: Anda... porfi, porfi, porfi...

- Y: ¡Que no! ¡Devuelvelo!

- E: Porfi, porfi, porfi...

- Y: Que noooooo

- E: Porfi, porfi, porfi...

- Y: ¡Que te he dicho que no!

- E: Porfi, porfi, porfi..., anda, mírale la carita!


Ahí fué donde cometí uno de los errores más graves de los últimos diez años. Miré la cara del perro. Era clavado al del anuncio de Scotex (por cierto, señores de Scotex, aunque este blog no lo lea ni Cristo bendito, no se olviden que les hago publicidad), y no pude resistirme a ablandarme un poco. Fui incapaz.


- ¡Vale, vale! Pero que conste una cosa: del perro te ocupas . Osea, le das de comer, le das de beber, le atiendes, y sobre todo, le sacas a la calle.


Por los cojones


En un par de semanas yo le daba de comer, yo le daba de beber, yo le atendía y sobre todo, yo le sacaba a la calle.


Pero, ¡Ay, amigo! todavía no sabía las horas de trabajo gratuito que me iba a chupar por tener al perrito en el piso. Porque además de todo lo anterior, el pero mancha de cojones. Es una puta máquina de manchar y de echar pelo, que hay que joderse, diez años echando pelo y sin haber hecho un puto cojín.


Cuando me separé de mi ex (gracias por llevártela, querido desconocido), los bienes ganaciales en su ruleta del destino hicieron que me quedara con el hijoputa del perro y, como no, todavía sigo sufriéndolo en silencio.


Después, y gracias a la Moira, el destino quiso que otra mujer (te quiero Rocío), compartiera sus momentos conmigo, con una hija maravillosa que tenemos en común y, como no, con el perro.

Al principio estaba un poco escéptico en cuanto al tema de cómo se iba a portar el perro con la niña, pero al parecer, el cabroncete, que por cierto, ya no se parece al perrito de Scotex, sino al perraco que sale en la publicidad del pienso para perros, se llevó bien con ella desde el principio. (Señores de Scotex, me debeis otra)


En resumidas cuentas: Pepe, (así se llama el cánido) estoy esperando a que te mueras para dejar de trabajar para tí. Y no te mato con mis propias manos porque... porque... Buah! A quién voy engañar. Porque te he cogido cariño.


Dedicado a todos los seres humanos que hacen que la vida de un animal sea digna, que también tienen derecho.

2 comentarios:

  1. No me extraña que no te pudieras resistir al perrito de scotex(toma publicidad), es que es una monada. Yo me niego a tener bichos de cualquier tipo. Son muy monos, simpáticos, te hacen compañia..., pero tienes que organizar tu vida siempre pensando en ellos, y yo no soy capaz.

    ResponderEliminar
  2. Es toda una aventura tener perro. Empiezas no queriendo tenerlo y al final le quieres tener.
    Hablo con conocimiento de causa.
    Mi mujer quería un chihuahua y yo le dije. Vale, pero que sea un chihuahua cabrón como el de una película en la que sale Robert de Niro en plan nazi paranoico jodiendo la vida de su futuro yerno.
    Me fue concedido. Por cierto, ahora tengo dos chihuahuas cabrones, pero encantadores.
    Mira, los tengo aquí y aquí
    ¿Hace una guerra de soltar pelo? :-D
    Salu2

    ResponderEliminar